Inspiración
La vida está llena de momentos que no percibimos como trascendentales cuando suceden, pero que acaban marcando nuestra vida…
Esta historia empieza en un viaje en tren en agosto de 1960. En uno de sus vagones, una modista y un sastre discutían por una maleta. Y de la discusión, surgió el amor. Josep Monllau, el sastre, y Ángeles, la modista, acabaron siendo mis padres. De ellos heredé mi pasión por los tejidos y con ellos compartí los mejores veranos de mi infancia, deslizándome por largos toboganes de colores, improvisados con rollos de telas…
La historia salta a 40 años después, durante uno de mis viajes a Atlas, Marruecos. Cuando, en lugar de seguir a los turistas, me pasaba horas y horas visitando tiendas de alfombras y mantas, aprendiendo a conocer el producto en su origen, descubriendo las historias y la vida de sus artesanos. Fue justo entonces cuando empecé a soñar con crear mis propias alfombras y hacerlo a mi manera: con amor, dedicación e imprimiendo en cada una de ellas la magia de los lugares que había conocido.
Volví a casa con la cabeza llena de ideas y lo primero que hice fue ir a tomar un café con mi amigo Óscar. Además ser uno de mis mejores amigos, Óscar es un diseñador creativo de gran talento y la idea que me había estado rondando por la cabeza le entusiasmó. A los pocos días Óscar y yo nos encontrábamos de nuevo en Fez, donde nos esperaba Aziz, un bereber con el que coincidí de manera casual unos años antes, en una boda en Tánger.
El padre de Aziz había sido comerciante y tejedor de alfombras, por lo que la conexión entre nosotros fue inmediata. Puedo decir, sin dudarlo, que es una de las personas más puras que he conocido nunca, de manera que, cuando nuestro proyecto empezó a tomar forma, no dudé que Aziz tenía que formar parte de él.
Pocos meses después, ya estábamos trabajando codo a codo, Óscar, Aziz y yo, Núria. Empezando a diseñar nuestras alfombras y mantas, hilo a hilo y nudo a nudo, y viajando en busca de los artesanos que las hicieran realidad: familias bereberes con las que nos sentimos honrados de colaborar y en las que las mujeres acabaron siendo las grandes protagonistas.
Y es así como nació Shuia Shuia, poco a poco, como se forjan las mejores historias. Una historia que empezó entre zocos, kashbas y aldeas en las montañas y que sueña con continuar en tu hogar, vistiéndolo con la calidez de nuestras mantas y alfombras confeccionadas a mano en telares artesanales. Con algodón, pura lana virgen de oveja y, sobre todo, con mucho amor.